Ahora, que ya estoy jubilado,
y que el tiempo se muestra generoso conmigo,
y dentro de un desorden, más o menos ordenado,
puedo hacer lo que me da la real gana.
Hago lo que me apetece...
y juego con las palabras y los pensamientos
y, a veces, hasta me pongo serio,
y, otras, hago virguerias con el mando de la tele,
regalándome ausencias altamente reconfortantes.
También me río de mi sombra, y con la de los demás,
y puedo dormir de tres a cinco, alguna vez,
o ir a ver el patio de los niños,
y recuperar otras actividades diferentes después,
porque... llega un tiempo en que todo no es tan relativo.
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