Tenía cara de madrugada alegre,
de fruta dulce de montaña,
con el color de la alegría
y la luz de los espejos naturales.
Tenía ojos acostumbrados a conceder delicias,
y unas manos que inventaron las caricias.
Por sus cabellos de seda se incrustaron
las cascadas y los rizos...
de las olas de los mares bravos.
Sus cejas marcaron la gloria
de las transparencias de lo inaudito.
Era el cobijo de los fríos
y el mejor abrazo del amanecer,
era un compendio de razones,
donde los mortales de proximidad,
se extasiaban plenamente…
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