Recuerdo del caminar,
hablando solo,
por los espacios vacíos
de un camino solitario,
donde los únicos interlocutores
eran las hojas de los árboles,
movidas por una brisa comprensiva.
Cuantas veces dibujé un diálogo,
donde puse de relieve
toda la sinceridad que mi alma,
a golpes de latidos de corazón,
era capaz de mostrar,
y tu, herida de otros vientos
que debieron ser intempestivos,
te balanceabas...
entre las dudas razonables,
por la suavidad
de mi brisa penetrante.
Pero esta vez, yo escribía...
el guión de mis delicias,
y la sonrisa de mi alma penetró
en tu corazón y llego a la tuya.
Y nuestras almas bailaron
al son de los conciertos,
con acordes sublimes, vitales…
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