Las madre abuelas pasean, caminan raudo, reteniendo, bien conservado, lo que la naturaleza tuvo a bien regalarles. Me adelantan, y yo acelero en disimulo y, como no, me entero y chafardeo en su charla apasionada. La cosa va de nietos, y de lo mal que comen, y de cómo ellas intentan, primero solucionar o, en su defecto, complementar, con frutas y meriendas de abuela. Me hace gracia, por eso en Francia a la abuela la llaman la gran madre, todo un grito al respeto, a esa madre de madre, que tanto amor atesora.
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