Su amada de marrones atractivos,
sestea sobre el césped que bordea el estanque,
clava su pico entre las plumas, descansa, duerme feliz.
Él nada tranquilo, pasea su hermoso cuello verde...
y su elegancia por las cercanías,
como aquel que custodia un tesoro, su tesoro más preciado.
De pronto, bate sus alas, levanta el vuelo y planea a su lado,
ella mueve la cola y graznan en feliz y amena charla,
sin darse ni cuenta de mi admiración…
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