Pues no, no perdía el oremus por ella, ni bebía sus vientos, ni comulgaba con sus ruedas de molino, no me tenía el corazón ganado, ni tampoco hubiera llegado muy lejos por ella… y eso le molestaba, su egocentrismo no lo entendía. Y un día me retó a beber, como todo el mundo, de sus aguas pero no tenía sed de sus haceres, ni de sus justicias, ni de nada. Intentó darme sal, pero yo ya bebía de otra fuente. Cosas de la vida, que es muy suya, la vida...
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