Suelo mirar por las estrellas, y no veo mis rastros por ninguna parte, menos aún por aquella excelencia, tan cacareada, que los directores utópicos nos exigían, y a la que solo rocé con el corazón. No, no era un diez en nada aunque, alguna vez, me pusieron alguno, en Literatura, por supuesto, pero sólo fui un supuesto genio en una lámpara, que no fue muy mágica, y uno acabó bendiciendo a gritos, su anónima normalidad…
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