Andar, cantar, rezar incluso,
hablar con mi madre y ver...
cómo me ve y me sabe, sin estar aquí.
Andar del brazo del silencio más sutil,
musitar al oído del tiempo,
anhelar los regresos que nunca se fueron,
aunque sea un instante…
Cantar la canción del encuentro,
con músicas de bosque, y rezar...
para que llueva sin mojar,
y, si se tercia, justificar la estancia
en la cabaña perdida en la pineda.
Andar, cantar, rezar... que es hablar.
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