¡Vaya hombre! cómo baja el río… crecidito, altanero, arrastrando sin respeto cuanto encuentra a su paso. Es como la niña rica, la guapita de cara, que parece de porcelana, por lo fría, además de por hermosa. Pasa a piñón fijo, parece pasear su indiferencia a todo lo que no sea el niño de sus sueños que, según lo negociado, es, como no, el guapito y rico del pueblo. Pero eso yo ya lo entiendo, lo que me cuesta es comprender según qué ríos, según que niñas, según qué fríos, que igual aparecen en verano. Mi sentido común me dice que la educación no debería entender de fríos teledirigidos…
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