El poeta ya no vuela, ya no sueña,
cerró la ventana por la que la luna le mandaba su trenza,
y él acudía raudo a danzar con las nubes,
y participaba en las lluvias de las mejores bendiciones.
Pero ya no vuela, no sueña, y cerró su ventana,
y ya no tiene trenza de la luna, ni danza con las nubes.
El poeta llora sin lágrimas, sin perlas de sal por las que llorar,
el poeta se quedó sin musa, el poeta ya no es un poeta…
¿Para qué, verdad?
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