Paseo por el puerto, despacio, tranquilo,
peripateo, pero no se preocupen,
no busco a nadie en el ágora,
como hacía Diógenes…
Simplemente como mi ración de paz en libertad,
gozando de cada paso lento,
como si me supiese mal que acabara el camino…
A la altura del segundo tinglado,
una mosca, enamorada de mi cabeza,
sale intrépida... debe ser la misma de siempre,
ella sabe que soy hombre de una sola mujer,
aunque también la supongo enterada
de que las amo a todas, y claro...
se aprovecha y me tortura.
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