Salió de un naufragio
y a duras penas aguantó...
los envites de las olas crecidas,
y los amagos de las saladas...
aguas imbebibles.
Ahora anda tocado y cejijunto,
su mirada no mira,
y su actitud es la del incrédulo crónico,
que está por aquí por imperativo,
más o menos legal y obligado…
Parece ser que lo cazaron bien,
era buena gente, de ley,
no tenía cabida, claro,
en un mundo de libertades “sugeridas”.
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