En la era hacíamos los equipos. Yo mandaba un poco, porque era el dueño de la pelota. Procuraba que hubiera un equilibrio entre la calidad de los dos contendientes, también que nadie se quedase sin jugar, incluso los menos agraciados a los que nadie quería elegir. Después del empate, casi provocado, una prórroga, y al final penaltis, y cuando se hacía de noche, y ya no nos reconocíamos... para casa, allí nos esperaba la madre y la bañera. Yo le contaba la batallita del partido, siempre ganaba y marcaba goles…
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