Me encanta ver pasear a la gente mayor, como yo o más, que van arrastrando pies diabéticos, gemelos poco regados y otras lindezas, sobretodo años y muchas idas y venidas. Hoy una señora de setenta y pocos, reía con ganas, sin importarle los aspavientos, y quizá su salida de tono... pero es verdad, la risa contagia, y un señor cargado de espaldas, que parecía todo de una pieza, se ponía una mano en la barriga y se le salían los ojos de sus aposentos, de tanto reír. Como siempre, observaba y oía, con disimulo, y en mi interior reía con ellos, feliz de verlos felices, joviales, quizá un poco salidos, con marcha…
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