Si alguna vez me sentí importante, fue delante de un niño, cuando me había ganado su confianza, y me preguntaba, a mi, como su mejor solución, para aclarar sus dudas, para entender, para saber. Delante de un niño, me transformaba en sabio, y me olvidaba de los despistes y del mundo, para dar lo mejor de mí, y ponerme al alcance de su capacidad. Ver en su cara que me comprendía, es uno de mis imborrables recuerdos…
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