Que salga el sol de noche,
o que la luna se ensanche
de amarillos espectaculares.
Es posible que la brisa de mayo
haga una excursión al enero,
y las estaciones se confundan
ante el latido de los suspiros,
que se evaporan o congelan
sin orden ni concierto alguno.
Y si se oscurece el día,
como anuncio de descansos consentidos,
no hay más luz que la que arde
en las almas plenamente enamoradas.
El amor no entiende de claroscuros, dicen…
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