En el centro del patio, un niño llora, el delegado de clase me avisa, y yo me acerco, y cuanto más me aproximo, el niño aumenta la intensidad de sus llantos. Parece ser que le han dado una patada, no sé si con la pelota en juego o sin pelota, pero lo que sí está claro es que él ha puesto en marcha sus mecanismos de defensa, exagerando a conveniencia sus gestos de dolor. Me encantaba intentar la solución, pero en seco, es decir. sin lágrimas adicionales. Mecanismos de defensa de los niños, que no siempre son ciertos, y que hacen que se salgan con la suya, imprudentemente…
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