No me valen parabienes sulfurados,
te delata tu cara de iceberg...
petrificada, inexpresiva, blanquecina,
sin más rojos que destellos de malicia.
Prefiero titubeos, balbuceos ofuscados,
parpadeos ondulantes...
como mensajes directos del alma,
que cuece el corazón a fuego lento.
Me encanta y respeto ver...
cuando alguien está seguro de alguna cosa,
pero yo siempre me doy un tiempo,
y me instalo en la duda esperanzada,
catando en delicia preferente...
la magia de los soplos al llegar.
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