Y quién no recuerda los tiempos…
de las entrañas duras, las puertas cerradas,
las murallas altas y los temporales…
Y quién no se estremece de olvido
ante las miradas al otro lado del aprecio,
a la indiferencia, peor aún que el desprecio…
Hasta que un día, una magia,
un destino, un arraigo en el sembrado,
entreabrió un resquicio de ventana,
se escapó un amago de sonrisa,
se evaporó un suspiro y asomó…
un cierto tono de latido acelerado,
proclamando el espectáculo del sueño,
cuando se certifica el despertar...
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