Mi suspiro llegó agotado...
por el desgaste del deseo,
por los frenos de la lógica,
los reparos de la ética,
las acciones incisivas de la moral.
Mi suspiro, cual Jabato...
en tiempos de coraje y de verdad,
llegó pertrecho por las trabas,
aquellas que se inventa la maldad,
piedras al camino, palos a las ruedas,
socavones insalvables y en subida...
Pero... tú me lanzaste la trenza,
y mi suspiro, con alas de latidos,
trepó hacia tu sonrisa...
y nos llovían estrellas esmeralda,
y, en el alma, sonaban las campanas.
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