Cada vez tengo más claro que el objetivo de los partidos políticos es el poder, no la democracia de la que tanto cacarean y que se la comen sin patatas desde el poder. El poder domina y ejerce, en aquel plan del todo para mi y nada para vos, en lo social, lo económico, lo judicial... y en todo aquello que un servidor viene a llamar, democracia comprada, para después cacarear de ella, y mostrarse como un milagroso detergente, que deja minúsculo al mejor Don Limpio, cuando se trata de blanquear toda la corrupción que atesoran. Sus medios de comunicación, a la voz de su amo, bombardean las voluntades vírgenes de la juventud, las radios entran en las cocinas de las madres, sin ningún respeto, y por la televisión el espectáculo es deprimente, monocolor, como un gota a gota de mal gusto y de maldad. Me gustaría pensar que, en un futuro próximo, las generaciones que nos precederán, llegarán convencidas de que otras realidades son posibles, como también lo son el respeto y la convivencia, sin tener que comercializar la dignidad para seguir viviendo.
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