Me deslizo por los ondulados
de una benevolencia en concesión,
como un beneplácito de la voluntad,
una ventana abierta al proceder del sueño…
Voy, como compañero de lo etéreo,
pululando en consentido por lo efímero,
y le proclamo un contenido impensable,
caminando, sin destino ni horario.
¿Qué importa el tiempo si está cerca el mar?
¿Qué importa un destino en horarios
si en mis siempres presencio tu ausencia,
entre lluvia de estrellas y reflejos de luna,
con aromas de bosque y latidos del alma?
Hoy, como ayer, o mañana,
la cosa acaba en beso… ¡como mínimo!
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