Un río grande, pacífico, elegante,
sin deshielos ni otras prepotencias,
siempre acompañado de cañas y chopos,
ánades y ranas, lisas y algún siluro...
Una brisa suave, una barca pequeña,
unos remos subidos, en descanso...
Tú, mi otro yo, y yo, mirando al cielo,
con los mismos ojos, cogidos de la mano,
dejando que los acordes del silencio
lleven la paz y el amor hasta el alma...
Al bajar los ojos del azul de la calma,
nos saludan un vuelo de flamencos
que ya han hecho del Delta residencia habitual.
Hoy, el paraíso se llama Deltebre...
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