Te recuerdo niña, muy niña,
quizá tras un moco resfriado,
bajo un gorro de lana de madre
y tras unos ojos que adivinaban
los productos de una gran avidez.
Ya en aquel entonces, la capacidad...
te desdudaba y te desvestía
de todos los trajes de prudencia,
que la malformación educativa
pretendía instaurarnos de por vida.
Luego te perdí de vista por un tiempo,
hasta que, un día, los hados…
te mostraron en un vagón de tren,
tras un libro, haciendo honor al bullicio,
lúcida discreción, prudencia,
voz oportuna que clama...
en el silencio de las luces.
Luz, que me principió en un posible…
descanso de mis nortes indefinidos.
Pregunté, me dieron referencia cómplice,
y un café hizo el resto, que fue mucho...
Ya nunca nos soltamos por nada,
ni después de las euforias primavera,
ni en las comprensiones existenciales,
ni en los silencios cortados de afectos,
ni en los cielos de la incontinencia,
ni en los soledades a dos que, incluso hoy,
nos procuramos en delicia..
Todo comenzó tras un moco resfriado
y siguió una contemplación…
detrás de un libro.
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