Recuerdo el temblor de tus rodillas,
la aparente palidez en plenitud,
tus latidos en descanso, un suspiro...
que se escapa suave y lateral.
Recuerdo el primer beso
como algo espontáneo, genial, químico,
entre suaves turbulencias ofuscadas.
Lo revivo intenso, interminable,
con un ralentí bendecido de aceleraciones
para alejar el final lo máximo posible,
aunque con el tiempo uno repara
que hay que respirar y abrir los ojos...
Pero siempre aplaudo el recuerdo...
de temblores y latidos en química y espíritu.
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