Estoy como río cobijando deshielos,
a tope de euforias, sin margen de desquicio.
Voy saltando las matas más altas,
matorrales con pretensión de arboleda
de un bosque alado en gloria verde.
Soy un chirimiri de violines
entre las atroces gotas de un chaparrón,
y, cómo no, me plagio en la voz de la tarde,
en un concierto de melodías del recuerdo.
Sueño con el canto a la esperanza
que emerge en la mejor realidad
en que se plasma el vuelo…
Y, allá por los abismos de las minas de carbón,
engraso vagonetas y reparo los accesos
que llevan a la luz del sol…
Y soy feliz… de ver felicidad…
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