Hoy voy de belleza delicada,
suavidad, sencillez, ternura, recato…
Mis orquídeas están en plenitud…
La amarilla moteada de suspiros
tiene ocho flores de aroma vital.
La aterciopelada de despertar encanto
está a punto del despliegue artístico…
quince son las flores que esperan,
pacientes, sin nervio, con clase…
Allá, en la ex-terraza de mis geranios,
ahora sala de máquinas… variadas,
allá, del salón en el ángulo lúcido,
ellas agradecen mis besos canción
y devuelven clase y señorío a raudales.
A veces me pregunto, contemplando,
¿qué tendrán las orquídeas?
Puede que sean la nobleza electa
entre el resto de las flores, únicas…
Apenas un poco de agua semanal
basta para regar sus virutas de madera,
y, sólo con eso, sus raíces se elevan
y, por entre sus nidos retorcidos,
saltan los brotes con firme energía,
brotes limpios y de carácter, sano,
para dar lugar a la suavidad más exquisita.
Mis orquídeas… una gratitud, un placer.
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