En el Delta del Ebro divino, en la misma desembocadura,
a la derecha, la Isla de Buda tuvo escuelita, con mi prima de "profe",
y sus calles de barro y su paso de barca, sus grandes árboles,
pesqueras, pescados tipo, calidad extrema.
Mi padre me llevó un día, feliz, con once años.
Pasamos con la barcaza, después con bici hasta la barraca.
Una perola de más de un metro, llena de lisas, anguilas, lubinas…
un caldo, un arroz meloso… como dirían ahora, a banda.
Olía a hambre y yo a arroz… nos sentamos, nos sirven.
El encargado, amigo de mi padre, un plato, una sola cucharada…
sobraba plato por todos lados, mi mirada lo taladra, lo fundo.
Hambre de preadolescente y comedor, todas las dudas…
Hoy toca pasar hambre… lo pruebo, delicia, mil sabores,
como un buen vino persiste en boca y, además, llena, abastece, satisface.
A duras penas lo termino, mi mirada casi lo suplica en silencio pausado…
El día fue mágico, la experiencia feliz... pescado de río y mar de Buda.
Buda, un departamento de un paraíso llamado Delta…
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