Inmenso y cargado de contenedores,
el barco se columpia en las aguas.
Los prácticos desaconsejan la entrada,
el paquebote retrocede, vencido…
otros esperan, expectantes, ociosos…
Mi amigo ex-patrón, observa,
me cuenta, pregunto, sabemos…
Entre pinares, Eolo azota de cara,
las ardillas duermen felices
al compás de las ramas y las piñas,
pero una osada torcaz de cuello verde,
pétalo blanco y otros brillos
que más parece ánade con otro pico,
se presencia apuesta y desafiante.
Es una constatación de la primavera,
que se define con su ramita en la boca,
al compás de los trinos de otros pájaros,
de otros nidos perdidos en la arboleda…
Seguimos, frenados pero raudos,
mirando a la gente atrevida,
corriendo por entre las hojas secas,
andando recogidos mirando el mar.
Parece que hay conjunción de vientos…
Por una parte, allanan el oleaje de la costa,
pero camino del horizonte, no tan lejano,
el mar se llena de cabritas, rosas blancas.
Por la tarde aparecen cuatro nubes negras,
dan cuatro gotas frías, desentonan…
Es marzo, ya se sabe… suele ser incoherente…
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