Vestido de entretiempo y con casco,
huelo a bici y a lamento,
a nostalgia de otros tiempos,
a paseo lento mirando los tendidos del mar,
contemplando cielos lejanos, nubes risueñas,
asfalto refinado por donde acariciar las ruedas.
No, no cuenta si hago 30 o 40 km,
tampoco si acelero y sudo, ni si bato récords,
menos si subo montañita...
o me hago largos de bajada larga.
Importa el reencuentro, la “reentré”, mi bici y yo,
este verano nos hemos visto poco
y no ha sido por su culpa, claro.
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