En los intermedios, él explicaba graciosos chistes, tenía labia, don de palabra, se hacía escuchar, pero... cuando en la sala empezaba pieza lenta, se quedaba solo, como cejijunto, así, más bien vacío, como tomando conciencia de lo inútil de su tan bien atendido discurso. Acabó la pieza, todos acudieron al origen, al lugar donde las ocurrencias de alguien les hacían sonreír, sólo que... no estaba, se fue, sin que nadie lo echara, o quizá sí…
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