Uno ya no sueña en que cae al pozo,
ni en que le persiguen y no puede avanzar,
tampoco en que, por fin, pudo cocer sus verduras de juventud.
Ahora sueño con la masía entre chopos y arrozales,
cerca de los patos y los flamencos,
y de las lagunas donde se mezclan las aguas dulces y saladas,
y el pescado tiene un extraordinario sabor especial.
Uno, ya sólo sueña en la descansada vida,
aquella que huye del mundanal ruido de la urbe,
y se va al Delta, al Delta del Ebro…
no confundir nunca, por favor.
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