Siempre recordaré el día que se me desnudó el nudo de la garganta, y el tam tam de los tambores de mi alma, pudieron poner música a la afinidad. No, no estaba tan mal instalado en la esperanza, pero cuando vi que en la confusión de los anhelos tus ojos eran guías que endulzaban mi existencia, acudí raudo, con una agilidad sólo propia de aquel que tiene el camino allanado por la luz de unos ojos que dan vida a la vida soñada y feliz…
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