Y las aguas volvieron a su cauce,
y se calmó la tempestad,
y el viento dejó de arrastrar...
entrometer, perjudicar, destruir.
El sol dejó de salir por las noches,
indiscreto, mordaz, y las piedras de hielo,
caídas del cielo como armas de destrucción,
fueron finas lluvias de sueños fértiles,
que generaron las mejores primaveras
en el alma joven, con edad de dar y merecer.
El infierno dejó de quemar,
y los guisados otoñales se hacían...
con fuegos interiores de verdades.
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