Me levanto a las nueve, y Teresa, antes de irse al cole, me ha dado el parte meteorológico. Hace viento, así que de bici nada y el paseo... de cercanías. Me llego hasta el bar de los Maños, y me tomo unos callos y unas almendras, con vino tinto, claro, y me quedo con las ganas del carajillo y el cigarrillo, pero eso ya pasó a la historia. Sigo con la vuelta corta, paso por el Museo Paleocristiano, Necrópolis, mal llamado de la tabacalera. Sigo... el almuerzo me remueve la conciencia, y me hará llegar hasta la Rambla. El viento no para, pero es de sentido común quemar calorías. Bien, es martes, he de hacer judias con huevo duro, Teresa sale a las dos y ha de estar todo a punto, incluso la confesión de mi pecado mortal, unos callos y unos vinos tintos... Tampoco es mucho, ¿no?
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