Ando despacio, paseo, peripateo, como diría el filósofo, por las cercanías de la playa del Milagro. Un coche se para cerca, una muchacha de buen ver abre la puerta trasera, salta un perrito de tamaño mediano y de pelo negro oliva, generoso, brillante, limpio… Mientras ella se calza zapatillas, el amigo espera sentado, expectante. Pronto enfilan, a la par, hacia la playa, el perrito se vuelve loco con las olas, entra y se deja llevar, sale a saltos, y vuelve a entrar una y otra vez… Ella observa, como su perrito se está enamorando del mar, y yo pienso que ya somos dos, y hay más…
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