Divinos principios, sueños inéditos,
riendas sueltas, bridas puestas.
Alguna vez cerré las puertas de mi casa,
pero no para que no entrara nadie,
sino para que yo no saliera disparado, sin control,
obedeciendo a mi alma deshecha en amores,
cada vez más frecuentes...
Era aquello que tendrían a bien llamar...
un enamoradizo.
Pero uno recuerda, sus divinos principios,
sus sueños inéditos, las riendas sueltas,
las bridas puestas... y también alguna puerta abierta.
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