Te encontré en el maizal de la vida,
rebosante de felicidad a lágrima viva,
reías hasta llorar y volabas más que andar,
y de tus ojos se desprendía esa luz de las orquídeas,
que renacen al primer resquicio de sol invernal.
Te vi como una rosa blanca, luciendo gotitas de rocío,
que con los rayos del sol, hacían aparecer engalanados,
todos los mejores colores del arco iris.
Te encontré, te vi, nos vimos, y siguió la fiesta,
sonó un saxo... y mejoraron los cielos.
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