La zorra no llega a las uvas y a su ego le dice que están verdes, que no son buenas, no están maduras… Pobre hombre, triste zorra, que se rinde a los pocos intentos, que se cae y no osa levantarse, que se da fácilmente por vencido y, luego, incluso trata de justificarse y confundirse como si su derrota fuese una conquista en la que nadie cree. La vanidad herida debería regenerar los principios éticos… y la zorra podría pensar en utilizar una buena escalera...
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