Hablo con la luna y me cuenta que ella cuidaba de mis desvelos,
que acudía con tibiezas y luces tenues…
para aliviar mi alma tan enamorada.
Ella velaba mis sueños, donde siempre había un río, una brisa,
un bosque sembrado de romeros y por supuesto tú,
con la más maravillosa de las sonrisas con las que se puede soñar.
Pero la luna, siempre expectante, siempre amiga,
como una bella caricia nocturna…
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