Caminos de tierra fértil con alguna piedra rodada
bajada de las cumbres cielo, de unos montes lejanos.
Pinos con piñas y ardillas, algún gazapo con madre vigilante,
y allá por los laterales de un espeso valle,
huellas de jabalí, que no se dejan ver,
pero si dejan constancia de su existencia.
En el interior del bosque, donde se pierden los caminos,
humedad, olor a hojas secas en descomposición,
que algún rayo de sol recrea, acelera y transforma, pero no huele mal.
Paseo entre sombras y humedades, alguna piedra de reparador banco,
una fuente, unos pájaros, ranas, nenúfares, romeros,
tomillos y lavandas, y alguna encina traviesa que se coló
cobijando cansancios y también algún abrazo con beso…
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