A veces me pregunto qué hace la gente que no tiene mar
y no pueden extender la vista por la inmensidad azul,
llevando a la imaginación a dar saltos por las crestas de las olas,
y llegando a los más lejos más allá.
Y pienso y me consuelo pensando que igual tienen un bosque,
cerca de sus paredes rocosas, surcado por jardines naturales,
y por allí pasean, con los duendes y las musas, su exquisita felicidad.
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