Ahora, cuando te miro,
y lo hago con primorosa frecuencia,
observo que aun queda un mucho...
de aquella flor que no corté,
pero que halló el placer
de pasear conmigo por la vida.
Perduran aquellos ojos
guardando proclamas de lujo,
y aquella sonrisa abrelatas
que se instaló en mi alma,
y aquella mano noble
que nunca está lejos.
Ahora me veo feliz...
en el espejo de tus ojos
y el calor de tu dulce sonrisa.
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