Y otra vez desandé lo andado,
y en el reclinatorio, frente a la Necrópolis,
indago por los recuerdos,
y aparecen estorninos...
habitando las moreras que custodian
los eternos descansos del museo…
Es como la repetición de la jugada,
aunque ahora la moza del cántaro
es la niña del carro y la dama boba...
pues no hay tal dama,
las engreídas se me hacen invisibles,
y paso tras paso, son muchos pasos,
hasta el placer de llegar a casa,
mi casa de los encantos,
mi preciada y preciosa realidad...
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