Travieso el mes de julio, amenazante siempre con los rigores de agosto, insinúa tormenta y aparato eléctrico, y sólo se queda en cuatro gotas que proclaman humedad y más calor. Cuando ya nadie le cree, y los paraguas duermen o sólo ejercen de parasoles, te sorprende con un espectacular chaparrón que te cala hasta los huesos, y te lleva directo y sin piedad al resfriado de verano, que tanto dura y fastidia, una lata…
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