La gente habla, a veces, de los días, colores o números de la suerte, o de menos fortuna. Hoy he reparado en esto, poco trabajo que tiene uno... No me gustaban los miércoles cuando estudiaba, porque era el día más cargado de materias, prefería el viernes, que era la antesala de los sueños posibles. De los números prefería el siete, que era la nota a partir de la cual se arrancaba una sonrisa en mis padres, el cinco era la duda pesimista y el tres la miseria total. De los colores siempre prefería el azul, por aquello de los horizontes lejanos, como paseo de mis sueños, o por el color de aquellos ojos que tiñeron de un mar de cielos, los productos nacionales. Números, colores, días de la suerte o menos... no, nunca creí mucho en esto, pero sí que me apunto a cualquier reconstrucción donde coinciden todos los elementos en aquel feliz momento en que se proclamó nuestra afinidad...
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