En mis despiertos sin escuela,
escruto las primeras luces del día,
y voy diseñando caminos...
que nunca son a ninguna parte.
Iré de río Francolí o de mar Mediterráneo,
o por el bosque que corona
el famoso Puente del Diablo,
senderos con acogedoras encinas centenarias,
o pinedas donde las ardillas juegan
a dar saltos voladores y al escondite
por las ramas tupidas de hojas punzantes.
Quizá vaya a hacer ciudad, la parte alta,
que también tiene su encanto y cuesta…
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