No me opongo a que el viento sople en otra dirección,
ni a que el amanecer me coja aun dormido,
tampoco aspiro a mojarme por los inciertos
que comen patria robada a la decencia.
No quiero ser cola de león, ni cabeza de ratón,
no pretendo un candelero de neones ficticios,
ni una luna traicionera que vende soles a escondidas.
Sólo aspiro a que el bosque se interne en la ciudad,
driblando porquerias, y se instale, libre y en paz,
...por los siglos de los siglos.
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