En el baile, mi madre ponía su actitud más dulce, el ademán más adecuado… Mi padre se acercaba confiado y bailaban, sin haber pedido el baile. Y en el cine, a oscuras, a la palpa, se encontraba el brazo amigo, ante la supuesta sorpresa, para escaparse, luego, alguna manita exploradora y consentida. Y en la confusión de la pista, él le mandaba un refresco, y ella, al saber la procedencia, lo aceptaba ufana y complacida…
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