A veces voy al Delta, a Deltebre, a mi casa, y me lleno de padre y madre, y de abuelos, y de la familia que queda que llevan mi sangre, y de los amigos, que alguno hay por ahí que compartimos infancia. Siempre digo que, de vez en cuando, hay que venir a casa, a la del pueblo, para beber amor auténtico y recordar los pasos previos que nos llevaron, a cada uno, a nuestros destinos. Si, siempre es un placer estar con los míos.
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